El CO2 se obtiene como subproducto de diversas fuentes. Puede tratarse de procesos químicos como la producción de hidrógeno o la síntesis de amoniaco, pero también de procesos de fermentación y fuentes naturales. Dependiendo de la fuente de CO2, pueden aparecer impurezas de distinto tipo. El control de la calidad del CO2 es, por tanto, un ámbito importante en la industria de los alimentos y las bebidas. Cualquier contaminación, incluso en cantidades ínfimas, puede suponer un riesgo para la salud del consumidor. Por ello, se aplican requisitos estrictos, como los criterios EIGA e ISBT, para garantizar la pureza del CO2 como ingrediente. Estos requisitos exigen una determinación exacta de las posibles impurezas.